domingo, 12 de septiembre de 2010
GABRIEL JAIME FRANCO Ayer y Hoy
GABRIEL JAIME FRANCO
Una Voz Encantadora
II
Porque yo he visto que no hienden los poetas
El aire negro del tiempo
¡La corrección, las buenas maneras,
la nostalgia,
las guías para viajeros
con sus palabras cromadas ¡
(Estos hombres deben tener un secreto
Inviolable y feliz,
entonces esperan… con sus canciones melífluas
y su escoba de barrer la casa,
con sus frases de cera, su nostalgia de barriada
y sus poemas en los cuales no deja de sonar el pescado
frito en la cocina…)
“No creo en los lenguajes de la pasión”
Ahora me da en pensar un arco iris en las sombras,
Una palabra incendiada
danzando en los techos de la ciudad,
Un volcán de espuma invadiendo
la comarca inútil de los muertos.
¡Y una babosa negra recorriendo
los pulcros muros de la lírica:
Mi palabra, mi odioso balbuceo!
PARA DIBUJAR LAS LINEAS DEL TIEMPO
PARA LILIANA R
Inundar tu cuerpo del más antiguo vino, la embriaguez más alta;
Recorrerte con la misma fruición con que recorrí mis deseos de infancia,
Y al lado de tu tibia playa descorrer el velo de tus sueños, los tigres
que riñen allá dentro.
(El horizonte más lejano lo tienen en sus manos los guerreros, los
Trapecistas de la muerte, los que saltan por las colinas más álgidas del
miedo).
Dibujar entonces los trazos de la noche! Poblar los valles de tu vientre,
con mi boca los pliegues de tu piel templada!
(Es en las escaleras del ensueño donde se preña el tiempo venidero y
crecen las aldeas que no están devastadas por el hambre. Pero cuidado:
los fabricantes de países de cartón han tendido ya su trampa florida
o apuntan sus armas a los corazones llagados).
Entrará ahora en ti mi barco incontenible, prepara tu negra dársena,
abre los brazos de tu bahía blanca, bebe el vino más antiguo, la embria-
guez más alta.
POEMA PARA DILUIR EL DIA
PARA GUILLERMO AREIZA
A veces uno quisiera despertar en las mañanas
Con el corazón a punto de abrirse
Como el botón cansado de una rosa
Y empezar a recorrer el tiempo sencilla,
Simplemente,
Y saludar a madre en su cuarto
Con la misma risa ingenua de dos nuevos amantes.
A veces a uno le gustaría creer que la metáfora
Es un invento lúdico
Sentir corrientes cristalinas por las venas
Quisiera convencerse a sí mismo a veces
Que la vida es simplemente
O que es simplemente un cafecito caliente
Y un cigarrillo.
Y hasta visitar la muerte con humidad,
Las manos callosas,
El rostro curtido.
Uno quisiera creer que la vida es el sueño
De alguien que agoniza
Y que su agonía es larga,
Muy larga.
Pero esta tristeza de amores perdidos,
Este gusto a arena seca en la boca
Cuando se está aferrado a la varilla
Caliente y sudorosa de un bus,
Esta certeza de que nos estamos muriendo
Irremediablemente y nadie se da cuenta,
Nadie parece advertirlo
Mientras el café se enfría sobre la mesa
Y la ceniza del cigarrillo se desploma
Suavemente en el cenicero.
De Poetas en Abril
VI
Hablas de una ciudad miserable
habitada por hombres de corazón de plumas
a los que ya el cansancio señaló
el sendero de los esperadores de piedra:
el espíritu en una ciudad inexistente,
el cuerpo, silencioso, en el dédalo
de polen de hierro.
“La Capital del Dolor” , dices,
de un país de alas ensangradas
en un continente hendido,
herido a quemarropa” .
Pero no vuelvas tu ansiedad
a las catedrales de cobre
ni al raido patio de tu infancia.
Escucha el eco de los niños muertos.
VII
No es el morir, amor,
la vasta red que se opone
a un deseo de alas anónimas.
Es el crimen.
El ojo oscuro del fusil
en el cuello ingenuo del amigo,
el puñal que vence
sobre el cuerpo del amante
en que aún palpita la última caricia
el deseo en un laberinto de gasas y pasillos,
la sorda voz de una fauna de muerte
en la boca del niño que ríe entre excrementos.
Amor, que el miedo
No nos exima del acto.
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/pub.php/en/Revista/ultimas_ediciones/70/franco.html
Puesto que se es un hombre
no se es grande.
Mas es haber venido aquí tan grande,
que haber creído ser un día
es haber sido.
Ahora hago en verdad esto o aquello,
mas no entiendo muy bien
por qué no soy un hombre que embetuna o hace fila,
quien ofrece cursos de ingles o enciclopedias,
algo así,
porqué no sería yo quien ora,
quien ahora muere,
quien intenta ser en esto
o en esto
o en aquello
Porqué sólo soy quien se pregunta,
quien se deshalla y se descentra,
sólo quien intenta no sabe muy bien qué.
Por qué soy al fin quien soy, si fuera.
Mas fue creer haber sido tan grande,
que sólo haberlo creído es haber sido.
II
Toda poética excluye e
intenta
construir su onanista paraíso.
Lo que mis ojos no vieron
lo vieron otros ojos.
Donde mi corazón no estuvo
otro se exaltó de dicha o de dolor.
Toda poética se ciega a sí misma,
despedaza su sextante,
a sí se siega.
De donde no extrajo nada
mi razón ofuscada por su obsesión de soles,
otro trajo su porción de luz.
Toda poética construye su casa
con ladrillos que también son míos.
Por qué entonces hacerla sin ventanas?
Lo que no alcancé a soñar otros lo soñaron,
y mi pasión no fue más alta ni más baja,
sino tan sólo mi pasión.
Toda poética es orín de perro,
límite,
miedo de ser lo que ya se era.
De donde no penetró mi ojo limitado otros trajeron su fulguración, su chispa.
Allí donde no pensara otros pensaron.
Un alguien que algo supo a mí me hizo saber.
Yo nunca miré solo. Yo nunca miré solo
Cuando tu muerte se te acerque
no veras sino
tu ojo,
tu ojo,
tu ojo.
III
Un nombre propio ofende.
Pienso un rostro, y ese rostro
ya no será más si lo nombro.
Toda precisión excluye,
taxa.
Mas la poesía es como niebla,
visible y viva,
lenta y móvil,
anónima e inaprehensible.
Pero la palabra hombre evoca:
Por eso un poco ahora sé cuánto me llamo Josefina,
Roberto y Luis Arturo,
cuánto ahora estoy diciendo y en otra parte sí,
don Francisco, cómo le parece,
cuánto ahora
pateo una piedrita en una calle de Skopje
cuánto estoy ahora
acodado en un pequeño balcón de Porto,
y cuánto ahora nada digo,
si dijera,
pues se dice o no se dice.
Nombrar es un accidente, si se nombra.
Esta es una silla y es ésta la piedrita,
don Francisco, cómo le parece.
En algún sitio alguien nombra,
reduce.
IV
¿Hablé un día?
¿Pronuncié palabras hiladas de tal modo que aquellos que viajaban conmigo volvieran los ojos, aguzaran sus oídos?
Que, al menos, se dijeran entre sí: «¿Entiendes lo que dice? ¿De qué sueño, de qué universo nos habla con palabras que también son nuestras?»
Nada. Nadie. Ninguno volvió sus ojos.
¡Y yo volví los míos sobre mi corazón de bruto, hacia mi sangre animal viva y cálida en su torrente vivo!
Bruto entre los brutos, pero con un ojo alerta, tampoco era nuevo mi corazón, ni más elocuente que la hoja muerta reposada de humedad entre el mantillo, donando su pequeña porción de luz, su delgada nervadura que volvía al torrente lento de la savia.
Una voz había allí, lo supe, bajo su magnífica humildad abandonada al flujo de lo vivo.
Y yo leí sobre la hoja y su tenue cedazo de nervios la alta metáfora de lo viviente.
Nunca tuve voz, también lo supe. Sólo palabras. Y oídos, maravillosos oídos para el eco.
Y la hoja muerta me conduce a la certeza de una soledad irremediable, pues yo no tengo voz para decirte todo aquello que en mí se mueve como una savia muda.
VIII
Soy este hombre.
O aquel. Sí: yo es otro. Soy un chino, un canario, un irlandés.
Yo es otro. Cualquiera. Hasta el rostro es el mismo, si se mira bien.
Es mío el miedo de un hombre. Cualquiera. Me he puesto su pijama, esta noche. Me pondré su mujer.
Miedo de sí. De ser esto o lo otro. De ser arrastrado por las aguas. De no ser arrastrado y tener entonces tiempo para mí y mirarme en mi espejo.
Soy un chino, un canario, un irlandés. Y tengo miedo.
Quizás trice el espejo cuando me detenga.
Cruzaré por la visión del milagro de lo vivo como un pequeño astro que se acerca a un hueco negro:
seré un chino, un canario o un irlandés
bajo la tierra memorable.
Gabriel Jaime Franco nació en Medellín en 1956. Miembro del consejo de redacción de la revista Prometeo y del equipo organizador del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Ha publicado los libros En la Ruta del Día (1989), La Tierra de la Sal y Reaprendizaje del Alfabeto (Premio nacional de poesía Fuego en las Palabras, en 1997). Ha sido incluido en las antologías Cinco poetas Jóvenes, Disidencia del Limbo, Conozcámonos Mejor (Brasil-Colombia), Postal de fin de siglo y Quién es Quién en la Poesía Colombiana.
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