lunes, 30 de marzo de 2009
JOTA ARTURO SANCHEZ
MELODIA DE UNA CIUDAD ROTA
Girando en la eterna primavera de sus flores enfermas
villa oxidada en tacita de plata;
lúcida,
lasciva,
turbulenta,
agnóstica.
En el fondo frió de tu alma escondes una máscara
guarida de hierba mala desde siempre.
Ciudad rota.
Con el índice diestro y torcido disparas
blasfemias al cielo carbonizado de tus leyendas y mitos,
brindas alabanzas a las medusas del odio
que delinquen y estercolan en las calzadas de todas estas ferias;
y con tus manos de mágicos metales
también repartes fango rojo o negro.
Solo tu disfrutas los días sin nombre
viendo pasar el cadáver descalzo de los marginados
bajo la lluvia ácida,
reciclando el aliento arrugado de las mujeres
que consumieron su último amante
y escuchando inmutable los ayes y vivas
de camaradas marcados
que llegan o parten a todas las guerras.
Entonces retozas en suburbios y pedestales
mientras amamantas con propinas de judas
a perros y sapos rabiosos
que han comido carne humana y molida debajo de los puentes
o en las ratoneras estiradas de tus obeliscos.
Y vas poniendo a prueba de cadalso
a quienes se atreven y te arrancan en cada cambalache
pequeños mundos irradiantes de poesía,
de pólvora mística
y de estrellas.
Eres la ciudad rota
la mentirosa meretriz con su canción de bandoneones prestados .
La que no teme a los relámpagos,
la cazadora desnuda despedazando y devorando
almas malditas de cuerpos sin cerebro,
que divagan fingiendo penitencias.
Súbditos y esclavas
embalsamados en la morgue de las iglesias
arrinconadas en el anfiteatro de la ley .
Esta ciudad
rota como sus hermanas de todos los espacios y tiempos
se divierte porque sabe
que hace miles de años destilamos odios
en templos interiores de bárbaros
para extraer en la guerra
el elixir embriagante y primitivo que cocina nuestra podredumbre.
Esta ciudad rota
se ha erguido sepultando escoria encima de los siglos
sedas, charreteras, fetiches, sombreros sin fondo.
Riendo o leyendo aventuras en la biblioteca del desvelo a interés
y levantando banderas cubiertas con nuestra sangre.
Su mirada escarlata
salida de un rayo de luz nocturna
es un basilisco vigilante
insomne
que va petrificando en la estación del metro
a forasteros y transeúntes del diario por igual.
Y sus calles escurren en cada milímetro y segundo
a multitud de parias que no lo saben.
Seguramente esta ciudad no escupiría a quien se encuentre en llamas
no extendería su mano con pulseras de costoso azogue
a quien sin tener una sola moneda,
implore ingenuamente de rodillas
otra copa de pasión.
Tus callejuelas ciudad rota;
hordas perpetuas del más incestuoso y estéril desorden
hordas cosidas con agujas infestadas sobre cuero caliente y tierno:
Son el falso talismán
donde mis ojos se inundaron de piedras preciosas
y mi corazón de cenizas.
J.ARTURO SANCHEZ T
Feb 25 de 09
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