El 2010 se fue y con él nuestro querido cantinero y amigo Don Iván Zuluaga, más conocido como Iván Boa. Pocos amigos acudieron a su entierro ya que se fue discretamente. Casi nadie se enteró de su viaje.
Fueron buenos estos últimos años del viejo querido; a menudo se le veía rondar por Maracaibo, sentarse en el restaurante Santa Teresita, de Don Rogelio, y mirar a su adorada Boa de reojo como quien vigila un hijo. En estos últimos tiempos Iván estaba dedicado a sus días de solaz en Guatapé; se le advertía sobrio y risueño; de buen color, como dirían las señoras, bastante repuesto, alejado del guaro pero nunca de su caja de Marlboro; sonriente, nos saludaba con cariño en el parque El Periodista, a menudo en compañía de Tolúa su amigo teatrero.
Cómo olvidar a este viejo cascarrabias con el que todos peleamos, en algún momento, pero al que siempre retornábamos ya que todos los que lo quisimos lo aceptábamos en sus particularidades y él en las nuestras.
Muchas cosas mueren con Iván. Tantos años de feliz tertulia en La Boa, tantas noches de bohemia donde muchos escritores, poetas, teatreros, empleados públicos, abogados y ciudadanos habituales del centro de Medellín tuvieron noches maravillosas, acompañadas del bandoneón, el tango y la milonga que fueron siempre la música favorita y emblemática de La Boa donde, según él, Manuel Mejía Vallejo escribió Aire de Tango.
Al morir Iván muere también aquella época gloriosa de éste famoso bar de Maracaibo, donde hubo encuentros y desencuentros; ese tiempo pasado de La Boa es algo que quedará en la memoria de quienes fuimos sus habitantes. Que poco queda de todo eso. La Boa sin él es, ya por completo, otra cosa. Ahora, nuevas generaciones de jóvenes de la ciudad vienen a poblarlo y a disfrutarlo. Sus clientes antiguos vamos por allí, de vez en cuando, donde él habitó física y espiritualmente.
Allí seguirá Iván Zuluaga y su tigre real e imaginario pues él , como Borges, tenía un tigre en su alma. Se puede afirmar que, realmente, Iván estuvo siempre "cargado de tigre"; de ello nos puede dar cuenta la vida misma de éste hombre que no cedió en su creencias, siempre fiel a sí mismo. De igual manera el amigo Pachito Zea quien compartió con él momentos por fuera de la Boa y quien, con Oswaldo Gómez, lo invitó a lo que sería su último paseo.
Pueda ser que Iván finalmente viva en su amado pueblo mítico, Muribá, creado por su imaginación juglaresca; fabulador nato ya que poseía el don del buen cuentero, los giros y la picardía antioqueña; se nos fue Iván y sus recuerdos y su eterna novela de aventuras y minería. Se nos fue Iván y con él, el calor de Tarazá , las tierras cálidas y el oro. Tenía Iván alma de minero como todo Antioqueño, tenía su carácter recio y testarudo pero también la nobleza para volver a extender la mano a sus amigos con franqueza.
Paz en tu tumba, Iván Zuluaga. Descansa tranquilo, viejo querido, que seguirás eternamente con nosotros; no olvidaremos tu cara y tu alegria, tus peleas con Omar Castillo, tu admiración por los escritores y tu amor por los tangos, las muchachas, el Marlboro y el guaro; tus alegatos con Jair quien, como tú, partió inopinadamente de La Playa.
La calle Maracaibo tiene una historia, atravesada por un tango, donde palpita una boa dormida y seductora; allí un tigre dormita a los pies de su amo. Don Iván sonríe al fondo de la noche solar de Maracaibo.
Luz América Botero
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PALABRAS DE DANIEL DÍA
Buenas noches Luz:
gracias por compartir ésta página sentida por Iván; inolvidable, como dices, asi como sus historias, él hecho historia vivida, dolida. Su canto de nostalgia, su mirada de esperanza, su mano tendida.
Te comparto estas palabras, cuando me contaron de su viaje..
F.
Se queda uno como sin qué decir. Espero que lo haya engullido la boa y viaje por sus entrañas sinuosas. Tanto tiempo toriándola de afuera. Así podrá dormitar abrazado a una ceiba a las orillas del río de sus nostalgias, y escuchar el tren pasar con sus silvatos del último viaje de la última noche que lo hicieron llorar como a los hombres, aquí en éste puerto. Como la boa mudará su piel y sin embargo perdurará su mirada de niño bueno mirándonos desde la ventana.
Aguas de la Magdalena para el viejo.
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