domingo, 17 de octubre de 2010
Carlos Enrique Sierra
Carlos Enrique Sierra. (Itagüí, Colombia. 1967). Sus poemas, ensayos y artículos han sido incluidos en diversas publicaciones del país. En 1994 ganó la beca de Colcultura de especialización en Crítica Teatral. También obtuvo una mención especial en la VI Feria Internacional del Libro en Bogotá como mejor comentarista de libros de Colombia. En la actualidad es Editor de la revista A Teatro. Ha publicado Habitación Desnuda (1997). Los poemas aquí incluídos pertenecen a La Estación Baldía, con el que ganó en 1997 el premio León de Greiff en Medellín.
Lilith
Bajo la luz de abril
La vieron reflejada en las vitrinas
La primavera del trópico era una versión suya
Su piel reflejaba otras constelaciones
De ella no nacía sombra
Un canto era de la forma del universo
Su presencia invitaba a desistir del acto de volver a
ver
Enajenada por un arte de espejos
Entre sueños de amanita, se cree, es posible
avistarla
Los chiminangos de Carlos E. y las ceibas de La
Playa
Escuchan a corros de poetas polemizar sobre ella
Nadie acierta a pronunciar su nombre
Con desazón se alejan todas las noches
Ya que ni en medio del desvarío de las últimas
copas
Logran articular una palabra que la defina
Yo sentí una fragancia de amatista en la tibieza de
un cuerpo
Aprendí a tamizar su calor
De entre el frío de la madrugada
Desde entonces sigo sus huellas que no hieren el
polvo
Y vivo como un Grenouille alejado de todos e
ANTE LA RISA DE OUTRO
Como aquel que ante el espejo
Viendo su rostro
Ha levantado la mano
Para quebrarlo
Y se ha visto desmoronarse
Ante la risa de otro
Que jugaba a ser reflejo
“EN CIERTA MEDIDA EL VIERNES SEPULTA AL JUEVES”
Joyce
En cierta medida el viernes sepulta el jueves
Es Joyve
El agua del té crepita en la tetera
Piensa en Irlanda
Se acerca el día de los muertos
Las velas iluminan el cadáver de la página
Hay ventanas en el cielo
Azul mirada de la noche que truena
EL LABIRINTO
Al cabo, después de llevar mucho rato corriendo
Saltando, arrastrándose entre sus muros
Se descubre el labirinto
Los neones dan paso al día
Y éste a los neones
Trenes sin rumbo emigran en cualquier dirección
Sin rutas, sin direcciones
Igual el paisaje, similar la gente
Y entre todo el muro. El olor a nada
Lo que resta de verdad es duda
Sin nombre y sin fecha
El recuerdo lo falsea todo
Nada era como era
El tiempo multiplica la memoria y ahonda
El labirinto
Que se repite en su desconocida fórmula
Y EL VERBO SE HIZO CARNE
En el principio
El primer poeta aulló como un lobo
Después apareció la sílaba
Y en su juego labiríntico
Fueron nombradas las cosas
En un amanecer
De un lugar sin cercanías
Donde el tiempo es materia vaga
Y no cuentan las horas
Asisto bajo el crepúsculo
A un nuevo rito
En el cual la carne se ha hecho verbo
FINAL DE VERANO
Afuera comenzó la lluvia
Y esta página danza una sombra
El poema es un viento que se hace delgado de palabras
Sobre la tierra, sobre las hojas, en el cuerpo
Llueve la lluvia del poema
Percute el rayo
Hace un instante el verano
Y ahora la lluvia
Derrite el poema
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