miércoles, 20 de enero de 2010

VINICIUS DE MORAES


Ausencia
Yo dejaré que muera en mí el deseo de amar tus ojos que son dulces,
porque nada te podré dar sino la pena de verme eternamente exhausto.
No obstante, tu presencia es algo como la luz y la vida.
Siento que en mi gesto está tu gesto y en mi voz tu voz
No quiero tenerte porque en mi ser todo estaría terminado.
Sólo quiero que surjas en mí como la fe en los desesperados
para que yo pueda llevar una gota de rocío en esta tierra maldita
que se quedó en mi carne como un estigma del pasado.
Me quedaré... tu te irás, apoyarás tu rostro en otro rostro,
tus dedos enlazarán otros dedos y te abrirás en la madrugada,
pero no sabrás que fui yo quien te tuvo, porque yo fui el amigo más íntimo de la noche,
porque apoyé mi rostro en el rostro de la noche
y escuché tus palabras amorosas,
porque mis dedos enlazaron los dedos en la niebla
suspendidos en el espacio y acerqué a mí
la misteriosa esencia de tu abandono desordenado.
Me quedaré solo como los veleros en los puertos silenciosos.
Pero te poseeré más que nadie porque podré irme
y todos los lamentos del mar, del viento, del cielo, de las aves,
de las estrellas, serán tu voz presente, tu voz ausente, tu voz tranquilizada.

1 comentario:

Unknown dijo...

Nada más gratificante que unos que nos recuerda el color del despuntar del alba y reflejarnos en ellos.
Incomparable la dicha de contemplar un cuerpo viajar por él mas allà de la barrera de un vestido.
Nada más dulce que el sonido de una voz que nos recuerda la caricia del viento.
Ojos....cuerpo....voz; felicidad reducida a tres apariencias.
Intentar posserlos? ¡Inmoral. Iluso!
Dejadles marchar; confórmate con llevarlos en tu corazón, en tu pensamiento.