Elogio de la sombra
¡Sombra! Constante y leal amiga, compañera de ruta. En medio de este tedio tú surges como fórmula salvadora, como esa diosa que me liberará del hastío. Sólo tu estás en el momento justo; eres esa incondicional, nada exiges para ti.
Eres tú a quién en realidad respeto. ¿Qué sería de mí si tú no me acompañaras en cada paso que doy? Cuántas veces te ignoré y menosprecié. Hice como si no existieras.
Hoy he querido volver a ti, dialogar contigo. Sé que tú me comprendes; a ti puedo decirte lo que no puedo decirle a otro ser humano.
Para la mayoría de los seres humanos tú no existes; otros huyen de ti; pocos te tenemos como lo que eres: la más preciada de las compañeras. Porque nunca dices nada. Sólo observas, sólo escuchas.
Me gustaría saber que opinas de mí, del mundo, de los seres humanos, de “su mundo”. ¿Acaso no te has reído de las necedades de los humanos, de “su conciencia, de “sus sentimientos”?
Quisiera saber que sensación te queda de esos seres afectivos, esclavos de lo estéril, de lo pasajero, de lo contingente.
¿Qué podrías decirme de esos seres dependientes de ese fantasma que llaman dios? Te envidio porque no dependes de dioses, porque no eres esclava de sentimientos. Eres eterna en el tiempo. Desconoces el sin sabor del amor, de la sexualidad humana.
Estaba en mora de dedicarte unas líneas; para ti son éstas. A partir de hoy seràs mi confidente. Tú y la muerte sois mis fieles amigas. ¿Serías vosotras capaces de viajar conmigo al reino de las sombras?
Eres lo más brillante en este mundo donde reina el oscurantismo.
¡Sombra! Constante y leal amiga, compañera de ruta. En medio de este tedio tú surges como fórmula salvadora, como esa diosa que me liberará del hastío. Sólo tu estás en el momento justo; eres esa incondicional, nada exiges para ti.
Eres tú a quién en realidad respeto. ¿Qué sería de mí si tú no me acompañaras en cada paso que doy? Cuántas veces te ignoré y menosprecié. Hice como si no existieras.
Hoy he querido volver a ti, dialogar contigo. Sé que tú me comprendes; a ti puedo decirte lo que no puedo decirle a otro ser humano.
Para la mayoría de los seres humanos tú no existes; otros huyen de ti; pocos te tenemos como lo que eres: la más preciada de las compañeras. Porque nunca dices nada. Sólo observas, sólo escuchas.
Me gustaría saber que opinas de mí, del mundo, de los seres humanos, de “su mundo”. ¿Acaso no te has reído de las necedades de los humanos, de “su conciencia, de “sus sentimientos”?
Quisiera saber que sensación te queda de esos seres afectivos, esclavos de lo estéril, de lo pasajero, de lo contingente.
¿Qué podrías decirme de esos seres dependientes de ese fantasma que llaman dios? Te envidio porque no dependes de dioses, porque no eres esclava de sentimientos. Eres eterna en el tiempo. Desconoces el sin sabor del amor, de la sexualidad humana.
Estaba en mora de dedicarte unas líneas; para ti son éstas. A partir de hoy seràs mi confidente. Tú y la muerte sois mis fieles amigas. ¿Serías vosotras capaces de viajar conmigo al reino de las sombras?
Eres lo más brillante en este mundo donde reina el oscurantismo.
Autor: Gilberto Maldonado B.